Adjunto el Manual del joven periodista
Hacer click en el título
Qué fácil era todo cuando éramos chicos. Hacer amigos era cuestión de decir cinco palabras: Hola ¿Querés ser mi amigo? Y ahora, en los momentos en los que más nos cuestionamos en quiénes podemos confiar realmente, no basta solo con decir sí, seamos amigos. Porque los amigos no son aquellos con quienes reímos, lloramos, nos divertimos o decimos las peores cosas. Tampoco son aquellos que están cuando los necesitamos ya sea para pasar un buen rato, para que nos escuchen cuando estamos mal, aconsejen y a veces reten. Son los que están SIEMPRE; con su apoyo incondicional, casi como familia. Los que te conocen mejor que nadie y aún así, con todos tus defectos y virtudes, te quieren y apoyan.
Cuando éramos chicos, todo era chico. Los problemas, las peleas, discusiones y el tiempo que duraban. Así de fácil como empezaban, se resolvían. ¿Qué pasó? Obviamente crecimos; pero ¿por qué se perdió la sinceridad, alegría y simpleza que nos acompañaba? Esa inocencia con la cual nos animábamos a decir las peores cosas ya que todos sabíamos que éramos, justamente, chicos. Nuestras vidas se fueron complejizando, desarrollando y con ellas las responsabilidades. Sin embargo queremos volver atrás todo el tiempo. A esa época en la cual no existían las preocupaciones ni los problemas. Cuando todo era perfecto. Cuando éramos chicos.Pero supongo que esto es lo que significa e incluye crecer, ¿no?
Vivimos arrepintiéndonos. ¿Está mal? ¿Por qué cada vez que hacemos algo mal en lo único en lo que pensamos es en volver el tiempo atrás cuando todo estaba bien? ¿No podemos simplemente aceptar que nos equivocamos, aprender de ello y simplemente tratar de seguir adelante? Parece mucho más fácil decirlo que hacerlo. Porque es inevitable no pensar, ¿Y si en vez de hacer esto hubiera hecho esto otro? O: si esto no hubiera pasado, entonces las cosas no estarían como están ahora… Pero así son las cosas, no somos perfectos. Tampoco me gustaría que lo fuéramos porque sino la vida sería a-bu-rri-da. Supongo que madurar incluye eso, aprender de nuestros errores para no volver a repetirlos. Y aunque otros nos cuenten de sus experiencias y para no equivocarnos como ellos, terminamos cometiendo nuestros errores. Porque no hay nada como la experiencia propia y por eso creo que está bien equivocarnos; esta bien mandarnos las peores macanas. Porque de ellas deberíamos aprender, ya no somos chicos. O capaz no, no rescatamos ninguna lección y está bien, no pasa nada. Muchas veces la presión que sentimos por ser “grandes” nos impide hacer muchas cosas que queremos pero que no terminamos de concretar. ¿Por miedo? No estoy segura, pero por suerte tenemos toda una vida por delante para seguir equivocándonos.